Silvia tiene 50 años, es una docente de jardín de infantes, siempre alegre, lúdica y creativa. Hace 15 años, en una salida de amigas, detectó que su humor cambiaba y que sentía a la gente muy distante.
Con el paso de las horas se le sumó un gran dolor de cabeza. Le hicieron estudios y detectaron un tumor en el cerebro, la operaron.
Producto de esa cirugía lleva una marca en la frente, marca que la avergonzaba como si diera cuenta a los que la miraran de ese dolor intenso y perturbador que sintió antes y luego de la operación.
El amor a sus alumnos chiquitos la hizo ubicar la marca en la frente en el pasado y abrazar esa herida como parte de su historia.
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